Viejos tiempos, publicada por Gallimard en 1935, es la primera de una de esas lágrimas que Calet fue acumulando a lo largo de su corta pero intensa vida -murió a los 52 de un ataque al corazón- y donde refleja la lluz, los colores, la poesía y la miseria de sus primeros días de vida e infancia en el París de la Belle Époque -infancia que se verá marcada como la de tantos otros escritores de su época por la metralla de la primera Gran Guerra; el abandono de su padre; el breve exilio a Bélgica con su madre y adolescencia; el fin de la guerra; la vuelta a París y los primeros trabajos y borracheras.
